Convencido
de que los que sueños nada entienden de tiempo y esperas, bajo la lógica que
paso a explicar es que he decidido concretar mis aspiraciones sin perder un
segundo más de esta vida.
Cuando
pequeñxs es nuestra madre quien nos despierta los primeros instintos, junto a
su regazo conocemos el incomparable calor de la piel y luego nuestros padres y
hermanxs nos enseñan a través de juegos a desarrollar la organización. Siempre
han sido las necesidades de la vida las cuales nos han ido enseñado lo que
requerimos para dar el siguiente paso.
Pero
“ellos” intervienen, dicen que hay un debido tiempo, que hay que madurar y te
arrebatan los mitos y la infancia, te comprimen enseñanzas, te extirpan el
asombro y desde las ventanas del aula, nosotrxs observamos como afuera
transcurre la vida en su plena libertad de enseñanza.
Según
“ellos”, me formaron, según ellos me era necesario transcurrir doce años de
escolaridad donde me enseñaron a comportarme de forma adecuada, pero yo creo
que si no me hubieran sometido a una institución, también me hubiera podido
integrar a esta sociedad, basta solo observar como felices comparten y juegan
los niños por las plazas, sin que nadie se los enseñe. Rodeados de símbolos,
letras y señales, se nos hubiera despertado el interés por querer comprenderlos
y manejarlos, ¿o acaso cuando pequeñx te obligaron hablar? La historia mis
abuelxs me la hubieran contado y solo por interés y gusto hubiera tomado libros
para profundizar, también las matemáticas y las ciencias ¿Por qué no? Las cosas
que uno necesita las aprende sin que te las impongan.
La
institución nació en base la economía. En la escuela nos enseñan que
produciendo, nos remuneran para vivir, entonces se nos vuelve necesario
aprender a producir, y como se vuelve necesario ese conocimiento, te cobran por
aprender, y como lucran con nuestra educación, extienden la explicación de cómo
vivir durante años. Y nuestros sueños y aspiraciones se ven postergados por las
necesidades de sobrevivencia, los cuales se reducen a que tenemos que aprender
la educación del estado, porque necesitamos producir para comer.
Saliendo
de la secundaria, me presentan la educación superior, pero ahora depende de mí
y de frente doy la cara para presentar mi rechazo ante tanta ilógica pérdida de
tiempo; pues mis aspiraciones no
aguantaron más, y como raíces que brotan entre el cemento quebrantando a este
para realizar el crecimiento de su planta bajo la luz del sol, mis sueños han
traspasado la barrera del despertar y han creado en este mundo una realidad
latente, que me ha independizando presentándome de a poco los medios para una
autogestión que me ha liberado de los abusos laborales tan palpables hoy en
día.
No
hablo de destruir instituciones ni tampoco desvaloro el trabajo de nuestrxs
profesorxs, es más, creo que ellxs son de suma importancia para el traspaso y
desarrollo de conocimientos, exclamo en contra del sistema impuesto y de su
obligatoriedad de asistencia, exclamo
por la libertad de elegir métodos alternativos que nos pueden conducir al mismo
fin.
Creo
que estamos listxs, creo que desde siempre hemos estado listxs para ayudarnos
mutuamente, pues conociendo un solo objeto que otro no conoce, ya podemos
trasmitir una enseñanza. Estamos preparadxs para actuar. ¡Ahora!
Para
en esta vida facilitar los sueños de nuestrxs niñxs, como material autodidacta
en diversos ámbitos, para latir a ritmo de mitos y maravillas, para comunicar,
aconsejar y entretener sumergido en los mares de la imaginación, para fomentar
la creación y lectura de nuestrxs escritores emergentes, para la sociedad, para
el pueblo, pa la pobla’, pa la villa y para todos los sectores e individuos
interesados, es que decido elaborar la autónoma editorial “Pluma&Mente”.
Después de experimentar la satisfactoria emoción de actuar en el presente, he
decido trabajar en la construcción de diversos medios que ayuden a quien
necesite apoyo para con sus manos formar su vida. Facili- tando un espacio
virtual, la elaboración de empastes, y
hoy en día el lanzamiento de esta revista mensual, la cual busca rescatar y
hacer resonar en un eco infinito las voces que se pierden por las absurdas
esperas de un burócrata sistema.
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